CAPÍTULO 1. EL BASURERO DE DJIBUTI
En este capítulo el autor nos zambulle en sus inicios como “mal alumno”, y narra su experiencia contando sus sentimientos como alumno y como hijo. No voy a ponerme a citar fragmentos, ya que mis compañeros han realizado una muy buena selección (pasaros por sus blogs) y además inundaría este post con miles de ellos ya que me han gustado muchos. Sin embargo, quiero hablar de los sentimientos vive un zoquete y que aparecen a lo largo del capítulo: miedo, dolor, incomprensión, nulidad, soledad, vergüenza, huir, confusión, necesidad de ser aceptado, humillación, decepción, odio, necesidad de afecto… Sin haber estado en aquella charla de Víctor y Robert (me hubiese encantado estar), me imagino por donde van los tiros… este es un libro que se adentra en donde otros muchos se dan la vuelta, como ya avisa.
CAPÍTULO 2. DEVENIR
El capítulo comienza con el espíritu del anterior, Daniel sigue hablando de sentimientos, solo que esta vez se refiere a los padres. La descripción de los distintos tipos de madres que realiza el autor a raíz de sus experiencias vividas me parece genial. Muchas veces nosotros no somos conscientes de cómo lo pueden estar pasando realmente nuestros padres, nos parecen que exageran, que están desfasados, que son unos pesados… y sin embargo, normalmente toda esa preocupación viene precedida del amor que sienten por nosotros. Eso sí, es cierto que si no se sabe canalizar esas preocupaciones de la forma adecuada, acabe suponiendo más presión para el niño, que unida a la que pueda estar sufriendo en la escuela, supone una losa todavía mayor que lo condena si cabe, más. No son solo pueden ser los padres y profesores quienes mandan mensajes negativos a los niños, sino como también apunta Daniel, toda la sociedad en sí. Al final, como señala Pennac, “se llega”, uno se apaña con lo que es y acaba llegando algún lugar. En su caso, maestro y novelista. La parte final del capítulo la dedica a rememorar episodios de encuentros con ex alumnos. Ha sido una parte muy entrañable, ya que muestra cómo a pesar de que por su vida pasasen miles y miles alumnos, perdurará siempre en su corazón el recuerdo de la esencia de ellos, y en los chavales ahora ya mayores, también perdura el recuerdo de un buen profesor
CAPÍTULO 3. LO, O EL PRESENTE DE ENCARNACIÓN
Me ha resultado muy curioso el conocer cómo utilizaba Pennac el dictado para enseñar a sus alumnos. Como el mismo reconoce con asombro, muchos (incluido yo ya que lo viví en primaria y secundaria con mucho pavor), vemos el dictado como un método reaccionario y antiguo. A pesar de que sigo sin tenerle mucho aprecio al dictado, ha sido de gran gusto el conocer cómo introducía a los alumnos este método desde la improvisación para quitarle hierro al asunto. Cómo lo utilizaba para ir conociendo los distintos tipos de palabras, y posteriormente cómo los alumnos iban aprendiendo a razonar por ellos mismos y acabar corrigiendo los dictados de cursos superiores.
En las páginas finales del capítulo, se nota el aprecio y amor que sentía Pennac por sus alumnos, muchos de ellos estudiantes como lo fue él, un alumno “especial”. Alumnos con pérdida de confianza, renuncia a cualquier esfuerzo, incapacidad de concentración, miedo, etc.
CAPÍTULO 4. LO HAS HECHO ADREDE
Pennac realiza un profundo análisis de la expresión “lo has hecho adrede”. Desmenuzándola poco a poco, palabra por palabra, va demostrándonos todos los prejuicios y juicios valorativos de carácter negativo que hay detrás de la expresión. El autor termina por afirmar que si esta frase se le va acuñando sistemáticamente a un alumno, a una clase a una generación, etc. puede derivar en un sentimiento de exclusión.
Después, el autor comienza a describir cómo poco a poco ese sentimiento de exclusión acaba por atemorizar a aquellos que lo infunden.
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